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por la Dra.Teresa González Fernández, Especialista en Alergología

Las enfermedades alérgicas han aumentado en las últimas décadas llegando a afectar hasta el 30% de la población. La rinoconjuntivitis y el asma alérgico, son más frecuentes entre los 15 a los 30 años de vida, edades fértiles, por lo cual es habitual que las padezcan mujeres embarazadas o en periodo de lactancia. 

Los síntomas más comunes son estornudos, mucosidad, congestión nasal, picor de ojos, nariz y paladar y, en ocasiones, se asocian síntomas de afectación de las vías respiratorias bajas, como falta de aire o tos. Todo esto constituye una gran carga en cuanto al malestar y la pérdida de calidad de vida que originan en la mujer.

El hecho de estar embarazada no supone un riesgo de desarrollar alergia, pero tampoco confiere un papel protector, con lo cual una mujer embarazada tendrá las mismas probabilidades de tener enfermedades alérgicas que el resto de las mujeres de su edad. En general una mujer que tiene ya una alergia diagnosticada durante el embarazo su evolución sigue la regla de los tercios: un tercio mejora, un tercio empeora y el restante se mantiene sin cambios. Nunca supone un riesgo para el desarrollo del bebé, siempre y cuando la paciente esté bien controlada. La mayoría de las complicaciones surgidas durante el embarazo son debidas al inadecuado control de la enfermedad o a una falta de diagnóstico.

Por otra parte, al menos un tercio de las embarazadas desarrollan una entidad llamada “rinitis del embarazo”, que no presenta causa alérgica y se debe, exclusivamente, a una inflamación de la mucosa de la nariz por los cambios que se producen durante el embarazo. Puede aparecer en cualquier momento a lo largo de los nueve meses y suele ceder con el parto o en las semanas posteriores.

¿Puedo recibir tratamiento si estoy embarazada?

El tratamiento de las enfermedades alérgicas se basa en tres pilares fundamentales: control ambiental, tratamiento farmacológico y vacunas antialérgicas.

Las medidas de evitación de alérgenos deben intensificarse durante el embarazo y cuanto menos se exponga la paciente, a las sustancias que le producen alergia, menor síntomas tendrá y por lo tanto, menor demanda de tratamiento. A pesar de que el concepto de que una mujer embarazada no puede tomar medicación ha quedado desterrado, bien es cierto, que es una paciente con unas peculiaridades y que precisa una atención especial.

A la hora de escoger tratamiento se optará por fármacos con una experiencia más dilatada, y se evitarán los de nuevas generaciones porque las embarazadas están excluidas de ensayos clínicos y pueden presentar efectos secundarios inesperados. Siempre es más seguro que la paciente reciba tratamiento para tener un buen control de su patología, el objetivo ha de ser mantener a la mujer embarazada en buena situación clínica, evitando que se produzcan exacerbaciones, y en el caso de que éstas se produzcan, habrán de tratarse de manera convencional.

Los antihistamínicos que se recomiendan son los de primera generación, aunque se ha visto que la cetirizina y loratadina son de bajo riesgo para embarazadas. En rinitis se pueden emplear corticoides tópicos nasales. En mujeres asmáticas la mayoría de los tratamientos  inhalados que se emplean son seguros. Es habitual que el control del asma varíe a lo largo del embarazo, con lo cual para el tratamiento de los síntomas agudos, se optará por beta-adrenérgicos de acción corta. En el caso de las vacunas antialérgicas, no se recomienda iniciar la administración durante el embarazo, pero si la mujer la está recibiendo en el momento en que se queda embarazada, no hay motivo para retirarla.

Existen controversias sobre los hábitos dietéticos durante el embarazo y lactancia para prevenir el desarrollo futuro de alergia en el bebé, pero lo que se puede decir es que la alergia muestra un factor hereditario y está predisposición se elevará en función de sí uno o ambos progenitores presentan alergia.