Mindfulness nos permite disfrutar y desarrollar la inteligencia emocional, ya que con su práctica habitual se potencia una mayor capacidad de aceptación, de comunicación y empatía, mayor autorregulación emocional, mayor autoobservación, reconocimiento de los afectos y mejor trato con uno mismo.
Mindfulness es la práctica de la autoconciencia, un camino que nos permite acceder al conocimiento de cómo funciona nuestra mente, haciendo posible que interpretemos mejor el sentido de nuestra vida y logremos un mayor bienestar emocional.
Si quieres saber un poco más sobre el “Programa de Mindfulness e Inteligencia emocional” te invitamos a la CHARLA GRATUITA que tendrá lugar mañana 28 de abril a las 18.30 horas en las instalaciones de la Unidad de Bienestar y el Niño de Clínica Cobián. Puedes apuntarte en el 981.14 29 29 o en [email protected]
DESARROLLANDO LA INTELIGENCIA EMOCIONAL. 2ª parte.
La semana pasada a través del artículo Inteligencia emocional: Qué es y cómo potenciarla , describíamos la inteligencia emocional como la capacidad de controlar y regular los sentimientos de uno mismo y de los demás y utilizarlos como guía del pensamiento y de la acción. Es, por tanto, un recurso necesario para nuestro crecimiento personal y para tener éxito, tanto en nuestras relaciones personales como en cualquier otra área de la vida.
La inteligencia emocional no implica una sola habilidad, sino un conjunto de habilidades que podemos agrupar siguiendo el modelo de Salovey y Mayer.
En segundo lugar está la AUTOCONCIENCIA EMOCIONAL, que es la habilidad de conocer las emociones propias y reconocer su significado. Saber reconocer y nombrar un sentimiento mientras está teniendo lugar (por ejemplo, “estoy enfadado”), comprender las emociones complejas (como cuando se entremezclan los sentimientos de amor y odio por alguien) y saber reconocer y comprender nuestros cambios emocionales (por ejemplo, cuando reaccionamos con ansiedad en determinadas situaciones), evitará que quedemos a merced de nuestras emociones.
Tener una adecuada conciencia de nuestra vida emocional, es algo necesario si no queremos vivir controlados por nuestros estados emocionales o, por el contrario, luchar obsesivamente por temor a perder su control (el excesivo autocontrol, característico de las personalidades obsesivas, conduce a una vida limitada, restringida, tensa e insatisfactoria, que contrasta con el autocontrol relajado de las personas sanas que poseen una buena inteligencia emocional).
El tercer factor, la FACILITACIÓN EMOCIONAL, hace referencia al valor biológico de las emociones sobre los pensamientos (por ejemplo: saltar a un lado de la carretera si de pronto se dirige un coche hacia nosotros, no se debe a una respuesta reflexiva, sino a una reacción automática de miedo).
Las emociones nos ayudan a valorar las distintas situaciones, dirigen nuestra atención a la información relevante y motivan nuestra conducta, poniéndonos en movimiento. En este sentido, desarrollar la capacidad de entusiasmarnos con lo que tenemos que hacer, permite que demos lo mejor de nosotros y potencia el rendimiento de cualquier tarea que deseemos emprender (un ejemplo, es el reciente descubrimiento de la neurociencia de que sólo puede ser verdaderamente aprendido aquello que nos dice algo, aquello que llama nuestra atención y genera emoción).
La REGULACIÓN EMOCIONAL es la cuarta habilidad de la inteligencia emocional. Incluye la capacidad de estar abierto a la experiencia, tanto de los estados emocionales positivos como los negativos, de reflexionar sobre las emociones, regularlas y modularlas. Manejar las emociones con habilidad y de manera adaptativa, nos ayuda a controlar nuestros impulsos y adecuarlos a nuestros objetivos. La autorregulación emocional se englobaría así dentro del proceso general de autorregulación psicológica, mecanismo del ser humano que permite ajustar la experiencia emocional a los valores vitales de referencia (nuestra dirección en la vida, nuestras necesidades más profundas).
El camino que conduce al desarrollo de la inteligencia emocional requiere de esfuerzo personal y perseverancia, no de recetas facilonas del estilo “piensa en positivo” o “evita las personas tóxicas”. Se trata más bien de reconocer el valor de algo tan antiguo como conocernos a nosotros mismos (uno de los objetivos de casi cualquier psicoterapia, ya que sólo será posible cambiar aquello que conocemos de manera precisa) y buscar un camino para ampliar la atención consciente (como es el de la meditación mindfulness).