(Primera parte)
La inteligencia emocional se define como “la capacidad de controlar y regular los sentimientos de uno mismo y de los demás y utilizarlos como guía del pensamiento y de comportamiento” (Salovey y Mayer, 1990).
Aunque el éxito editorial del libro de Daniel Goleman, publicado en 1996, dio a conocer mundialmente este término, en realidad fue el Psicólogo Howard Gardner -galardonado en 2011 con el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales- quien identificó por primera vez la inteligencia emocional en su Teoría de las Inteligencias Múltiples.
Esta teoría revolucionó el mundo de la Psicología y de la Educación, ya que, por primera vez, se concibe la inteligencia como una capacidad, una destreza que se puede desarrollar (hasta no hace mucho se consideraba la inteligencia como algo innato e inamovible: “se nace inteligente o no”). Gardner sostiene que no existe una inteligencia única, sino que cada persona posee al menos 8 habilidades cognoscitivas: inteligencia lingüística, lógico-matemática, cinético-corporal, musical, espacial, naturalista, interpersonal e intrapersonal.
Tradicionalmente, el mundo educativo ha enfatizado el entrenamiento en dos de las ocho inteligencias descritas por este autor (la verbal y la lógico-matemática), en detrimento de las restantes. En su modelo de “escuela inteligente”, Gardner toma en consideración las potencialidades innatas de cada individuo, implicando un uso flexible y activo del conocimiento y concibiendo el aprendizaje como una consecuencia del acto de pensar y de una comprensión profunda. Gardner destaca, que la brillantez académica no lo es todo, ya que, a la hora de desenvolverse en la vida, no basta con el expediente académico.
Potenciar las habilidades emocionales
En este sentido, cada vez somos más conscientes de la importancia del uso y aprendizaje de la Inteligencia Emocional que determina la manera en que entendemos el mundo y nos relacionamos con los demás.
Para Salovey y Mayer, la inteligencia emocional es una capacidad compuesta por un conjunto de habilidades interrelacionadas: la percepción emocional, la comprensión emocional, la facilitación emocional y la regulación emocional.
En gran medida, estas capacidades coinciden con la concepción de Howard Gardner de la inteligencia emocional, que estaría conformada por la inteligencia intrapersonal (capacidad de entenderse a sí mismo y controlarse, autoestima, autoconfianza y control emocional) y la inteligencia interpersonal (capacidad de ponerse en el lugar del otro y saber tratarlo).
En términos similares describe Daniel Goleman estas capacidades, añadiendo también, las habilidades de autocontrol, entusiasmo, perseverancia y la capacidad de motivarse a uno mismo con afecto.
Mindfulness ayuda a desarrollar y mejorar la inteligencia emocional
Aunque los diferentes autores puedan variar las palabras al referirse a estas habilidades, así como la metodología de trabajo para desarrollarlas, lo cierto es que todas estas capacidades se desarrollan y mejoran mediante diferentes enfoques psicoterapéuticos y también mediante la práctica de mindfulness o atención plena.
En la 2ª parte de este artículo, hablaremos más detalladamente sobre estas habilidades emocionales y sobre cómo su cultivo nos ayudará a mejorar nuestra capacidad de dirigir nuestra vida de una manera más satisfactoria.
Si quieres saber un poco más sobre el “Programa de Mindfulness e Inteligencia emocional” te invitamos a la CHARLA GRATUITA que tendrá lugar el próximo 28 de abril a las 18.30 horas en la Unidad de Bienestar y el Niño de Clínica Cobián.
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